domingo, 14 de diciembre de 2008
En estos momentos se valoriza más el sabor de un rico durazno, aunque te haga mal o el sabor de una gelatina de cereza con crema, aunque no sea tu favorita o simplemente mirar hacia arriba y ver que todo y nada pasa al igual que las personas que siempre están con uno, que a veces se tornan invisibles pero siempre están ahí, viéndote y queriéndote. Es en estos momentos que se tienen días tan óptimos para beber desde un rico té por la tarde a un ron con hielo, y comer desde un chocolate semiderretido a alguna exquisitez gourmet.
Es ahora donde me duele el estómago de tanto haberme reído y haber comido. Que me pique todo el cuerpo, más eso sí, las rodillas y piernas y los brazos por haberme revolcado en el pasto y de la picazón en la gargante que aún no se va, que viene a ser sólo una consecuencia ínfima de un reciente intento de resfrio que se vio truncado ante la magestuosidad del sol y de las más ricas temperaturas, pero extraño ese frío para comerme un rico helado que no es lo mismo comérselo con 30º.
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