domingo, 18 de octubre de 2009






Desde hace un buen tiempo tenía pensado reactivar este blog, tal como suele pasar lo dejé un tanto de lado por diveros motivos, de hecho no sé que motivos, pero en fin, ahora es tiempo de darle vida nuevamente.


Hoy domingo 17, 18, no sé que fecha estamos, bueno, la atemporalidad del día domingo es tan típica como ir al baño al despertarse por la mañana. Lo cierto es que hoy estaba pensando, más bien, recordando aquellos momentos en que he sido más feliz. La forma en que recuerdo es una mezcla de varios factores. En primer lugar siento como si un imán me tomara por la espalda y me llevara volando lejos en cuestión de segundos, después viene una mezcolanza de olores, sabores y sensaciones, incluso hay episodios que recuerdo deacuerdo a cómo estaba vestido, quizás es un tanto superficial, pero nunca falla. Un recuerdo que tengo muy presente y lo he vivido casi todo este día fue en las vacaciones de verano del 2004.


Coyhaique, XI, contexto: Matrimonio de mis tíos. Enero-Febrero. Mis tíos habían arrendado un hotel muy rústico, precioso, Las Salamandra,s cuyos dueños eran una pareja de españoles con un perro muy lindo. Él se parecía al hijo de "David, el Gnomo" y ella, a Ana de "Los Amantes del Círculo Polar Ártico". El hostal-hotel lo arrendaron entero para toda la familia y amigos, todos los invitados estuvimos lidiando varias semanas, entre caminatas por el lugar, viajes en bicicletas, idas al lago y a los ríos, conversaciones nocturas, ricas comidas, en fin, compartimos grandes momentos. Lo pasé muy bien en esas vacaciones, estaba con la gente que quería, celebrábamos algo importante; el matrimonio de mi tía adorada, me encantaba el lugar, lo que sentía, me encantaba la libertad que sentía al escaparme y escabullirme por cualquier bosque a escuchar los pájaros y mirar las copas de los árboles. Sin embargo, un momento que vivo constantemente es el momento en que desayunábamos todos, algunos eran muy madrugadores, otros iban llegando a borbotones. Recuerdo que me sentaba en esas vigas de madera que eran los asientos y miraba el roble de las mesas, mientras iban sirviendo todo, creo que nunca he disfrutado tanto como ahí del pan amasado recién hecho con mantequilla en cubos y mermelada natural.

Dios! que feliz que era, con aquellas tazas blancas junto a la etiqueta del té. Esperaba ese momento, he repetido de todas las formas posibles aquella mezcla y no, nada pasa, únicamente quedo en el intento.

1 comentario:

Pablo dijo...

De cosas simples a veces se logran grandes experiencias, pero como que ese mecanismo se va atrofiando con la edad y con el tiempo uno va esperando cosas más extravagantes y se termina perdiendo... o bueno, suele pasar xD

Me pasaba a dar una vuelta por tu blog desde tu facebook, espero no moleste ^^, y de paso te invito a mi blog: mi cueva, la cueva de pasha, donde a veces escribo voladas personales cuando me baja la motivación.