martes, 22 de abril de 2008

La consciencia de una pequeña

La niñez es lo más rico que tiene el ser humano, García Márquez me puede entender perfectamente porque fue en su infancia donde se presentaron todos estos hechos y misterios inexplicables que el entremezcla en sus novela e integran todo su Realismo Mágico.
Pues la vida de uno es una novela, un poema, un informe, un inventario, un registro o un Haikú, que se yo. Son estos últimos, los que por su delicadeza y sencillez no muchos pueden ser. Mi niñez la siento muy mágica, al igual que los recuerdos que tengo.

Estoy en Villa Alemana, jugando, corriendo, plantando cáctus y haciendo queques con mi abuela Tina, empiezo a entender y asimilar las leyes de la naturaleza y de sobrevivencia. ¡Bendito Darwin! En mí crece un sentido de responsabilidad y también una cuota
de afán imitativo, veo a mi abuela matar caracoles. Sí, caracoles, pues se comen sus plantas y los toma y los estrella contra el concreto, duro, áspero, reacio a deshacerse, y esos pequeños van ahí, no es su sino ese, pero si viven en el jardín de mi abuela es cosa de suerte. Tan frágiles y diminutos que son, se ven temerosos o por lo menos eso demuestran. Sin embargo, ¿cuál es el sentir de un caracol?; esa interrogante no la estudio. Simulan ser kamikazes a la fuerza, acá siento la barrera, esa brecha que nos separa entre los hombres y los seres más nobles, la otra parte del reino animal.

Mi lógica es avanzada para la edad, me mueven y apasionan otros temas, no ir al jardín ni más adelante el colegio, en esos antros no medito ni percibo las sensaciones que la naturaleza me entrega. En mi inocencia caigo al cree que tengo poderes sobrenaturales, como pensar algo y que se haga, tratar de leer la mente, fomentar mi intuición a través del acto de adivinar los pensamientos del resto. Considero a mis compañeritos de jardín muy planos y es increíble que me acuerde de todo esto. Recuerdo cuando todos los niños en recreo entrábamos a una casita de juguete de madera en el patio del Jardín infantil, ahí estábamos pues, todos esos enanitos que algún día creceríamos, yo me sentaba a la entrada en una banca y los miraba entrar y salir tan enajenados de sí.

De mi jabonera amarilla de Mickey Mouse también lo recuerdo, ese que nos sale hasta en la sopa, ¿y de dónde viene ese dicho?, si a mucha gente no le gusta la sopa, lo que es a mí me encanta.

Pues bien, ahí me ven desde un primer momento en que jugaba a las carreras con los caracoles, los ordenaba de mayor a menor o de menor a mayor, o según su color, porte y los hacía enfrentarse a una batalla. Siento ese episodio de mucha espera, pues como es sabido son lentos, algunos no se movían, otros se iban de la recta y el resto no sabía seguramente que hacer. Desde esa pequeña y tierna niña pasé a una asesina en seria de caracoles, los buscaba, los aplastaba, los pisaba, me encantaba escuchar ese “crack, o un crunch” que su caparazón producía contra mi zapato y el suelo. San Francisco de Asís debe estar revolcándose en su tumba, pero fue ahí donde la perversión se gestó.

No sabía bien el tema de la muerte, matar alguien o un pequeño ser por mero gusto me di cuenta que no iba en mí. Maté en masa caracoles, los juntaba y los arrojaba desde largas distancias para que queden como estampillas en la tierra. Recuerdo que un día los puse en un tiesto azul y les eché sal, era un festival de burbujas que me pareció sublime y fue ahí donde me dije: “Basta, esto ya es morbo”. Un día tiré alrededor de 30 caracoles a la piscina de los vecinos, fue tanta su indignación que fueron a hablar a la casa de mis abuelos y yo lo negué todo. Cuando era pequeña y aún lo soy, era muy traviesa y curiosa. La visión de muchos quienes me conocieron antes de los 5 años era que yo era una niñita muy tierna, educada, delicada y atenta, pero se contrapone a ciertos actuares que tenía, me intrigaba el tema de la muerte, nunca he creído en la muerte como un hecho real, considero que es un proceso, nunca se me ha muerto alguien verdaderamente cercano, estoy llena de manías, como lavarme las manos a cada rato, manías a los malos olores, a sacudir todo. Lo que uno es cuando es chico lo prolonga cuando crece. Somos una suerte de prolongación de acontecimientos anteriores.
Siempre me sentí como una vieja chica, y ciertos familiares creen que soy hipocondríaca.
Realmente cuesta creer como cambiamos tanto a pesar de que en esencia, somos los mismos. Ahora jamás podría dañar intencionalmente a algún ser indefenso, me arrepiento, pero olí el terror de aquellos débiles caracolitos. Me di cuenta de cómo funcionaban ciertas cosas, atrás quedó la Natalia que creía que las noticias en la televisión eran inventadas por gente con mucha imaginación que recibía un pago mensual como cualquier otro trabajo. Durante largo tiempo creí en eso fervientemente y darme cuenta que yo estaba tan alejada de la realidad me permitió aceptar y me dije:” Wow Natalia, estás creciendo”.

Ahora bien, me resulta curioso ser una amante de los perros si me han mordido tantas veces, me gustaría ir a esos programas donde hablan sobre las cicatrices, pues yo tengo hartas y nos permiten recordar que el pasado fue real. Me mordió el Collie que ya desde hace muchos años descansa en paz, me mordió el labio inferior y me lo reconstruyeron, nos atacaron creo que dos veces unos perros de una vecina que era una verdadera bruja, nos mordieron a mi padre, a mi madre y a mí y me llevaron de urgencia a un consultorio un par de cuadras cerca del troncal y mi padre me dio unos manjares en forma de tubos que luego un poco más de 14 años vine a nuevamente probar. Para mí eran signo de un mal momento, un pésimo recuerdo en que no siento ahora el dolor físico, pero sí la carga y la angustia de pasar algo así siendo tan pequeña. Y otros perros más me han mordido. Vacilaba con Pink Floyd, Beatles y Pablito Ruiz, en ese entonces jamás imaginé en que terminaría ahora ese pobre diablo. Soy muy joven y el té se me enfría.

¡Aquí vamos nuevamente!

1 comentario:

CSP dijo...

Buenísimo!
Me da la impresión que en todo caso no has cambiado mucho, eres la misma con un poco más años encima y circunvoluciones en el cerebro.
¿Y después preguntas porqué eres fascinante?

Me sabía ya gran parte de las historias aquí relatadas. Pobres caracoles.


Me voy,
Saludos, Anita pelota._


PD: Te quiero!